5.10.11

Maggiolo - Triste serenata de los cantantes sin voz.

La suave brisa recorria la calle Aldao crujiendo a toda hoja de otoño que se le cruzara en su camino. Tan solo risas y gritos de felicidad iluminaban con sonidos la acera de la izquierda, mientras que en la opuesta, llantos y gritos desgarradores angustiosos oscurecian la penunbrosa vereda.
Dos realidades opuestas, divididas por una calle, una calle en la que transitaba una sola persona con la supuesta única verdad, aquella que todo filosofo quiere encontrar y que todo sabio intenta ignorar. La angostura crecía desmedidamente hasta llegar al punto de ser un hilo, un hilo en el que un equilibrista hace su rutina para impresionar al vulgár público. Esta cuerda floja comienza a agitarse, de un lado el sol, del otro la luna, cada uno poseen distintos colores a los acostumbrados. Se podría decir que en ese momento el tiempo se tomó un descanso eterno para observar donde caería la moneda del destino.
Una lagrima rodó por la mejilla suave y rosada de una niña, y otra rodó por los pómulos de un niño pequeño que jugaba a las escondidas. El viento reapareció con más fuerza, una sensación de frío traspaso todas las vestimentas, A lo lejos en el crepúsculo una serenata de sonidos indefinidos se acercaba. La lluvia impidió seguir observando y la historia de muchos años fue contada en pocas palabras.

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